Opinión

Si al presidente le va bien…

¿El manejo de la pandemia? Una carnicería, celebrada cínica, implacablemente como un triunfo. ¿La vacunación? Mucho menos eficaz de lo que nos quieren vender

Tres años después de tomar el poder formalmente y tres años y medio después de que se lo regalara Peña Nieto, el presidente se plantó frente a un Zócalo atiborrado y dijo en hora y 25 lo que pudo decir en un segundo: “Soy perfecto”. En efecto, AMLO no reconoció una sola falla de fondo en su gobierno, contra toda evidencia, y, vaya que sí, le funcionó. Como dice todo mundo en los medios, alegre o tristemente según el caso, el discurso debemos considerarlo un éxito, con un requisito: que por éxito entendamos lo mismo que, justamente, López Obrador: multitudes enfervorecidas, porque en efecto lo estaban, y la confirmación estadística de que su popularidad sigue más que firme. O sea, si entendemos que fue un éxito para él y para nadie más.

Y es que, como también se ha dicho, el contraste entre su tono triunfalista y los hechos es verdaderamente digno de estudio. Porque la realidad es espeluznante. Búsquenle por donde quieran. ¿El manejo de la pandemia? Una carnicería, celebrada cínica, implacablemente como un triunfo. ¿La vacunación? Mucho menos eficaz de lo que nos quieren vender: mintieron con la adquisición de frasquitos; abundan las personas con una sola dosis; se negaron a inyectar a los menores y siguen sin aceptar que se vacune a los más pequeños; desaceleraron la vacunación pasadas las elecciones y, para remate, perdieron, o algo así, unos 40 millones de dosis. Del desabasto de medicamentos en general no hablemos.

Tres años después, repito: tres años después, el presidente decide encargarle el problemita al ejército, como le encarga todo, a ver si dejan de morirse niños con cáncer de una buena vez. ¿La inseguridad? No sólo hay muertos hasta debajo de las piedras, con números de récord, y no solo hay evidencias de que el crimen organizado ya es dueño y señor de varias plazas, como fue dueño y señor del proceso electoral en demasiados puntos, sino que esas evidencias llevan aparejada lo que tiene demasiada pinta de capitulación gubernamental, en los hechos y hasta en el discurso.

¿El dólar? ¿La inflación? Disparados. ¿La economía? Tuvo un bajón que no, no es atribuible solo a la pandemia, luego un rebote insuficiente y, ahora, una desaceleración que tampoco es culpa del virus. ¿La inversión? Hasta luego. Hay más pobres, más desempleados y más personas sin servicios médicos que en el neoliberalismo. Muchas más. De la corrupción, qué decir: flagrante, entre casas, bolsas de cash y chocolates.

Y sin embargo, sí, el discurso fue un éxito, en el sentido antes mencionado: un éxito para el presidente. Por eso se le notaba suelto, casi eufórico a ratos. Cómodo. Todo en orden. Nada más, porfa, dejemos de repetir la muletilla de que “Si al presidente le va bien, nos va bien a todos”. Al contrario: si ves contento al supremo, compatriota, ponte a temblar.

Escribe: JULIO PATÁN COLUMNISTA @JULIOPATAN09 

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