Opinión

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¿Usted de qué lado está? ¿A favor o en contra de la violencia? ¿A favor o en contra de la corrupción? ¿A favor o en contra de la delincuencia? ¿Está de lado de los buenos o de los malos? ¿Está con los conservadores o los liberales? ¿Aspiracionista o conformista? ¿Quiere pagar más o menos por la energía y el gas? ¿Quiere enjuiciar o perdonar a los expresidentes de México? ¿Quiere mantener o revocar el mandato del Presidente de la República?

Las respuestas son obvias, porque las preguntas también lo son. Planteadas así parecería que se apuesta por lo correcto, pero la realidad de este país no es tan simple. Hay rezagos, carencias, abandono, omisiones, arbitrariedades, ilegalidades, apuestas fallidas de administraciones pasadas y de la actual que profundizaron las desigualdades y los problemas.

Pasan los días y el discurso que polariza no se detiene, se esparce, ya echó raíz. Se abona con el ultimátum, la intimidación o la exhibición de quienes no piensan u opinan igual. Divide y vencerás…

Ahora, los partidos políticos deben elegir de qué lado están y hacerlo público o serán exhibidos, ¿por pensar diferente?, ¿o porque les guardaron sus trapos sucios para mostrarlos en el momento más conveniente?

Cuando el Congreso de la Unión inicie la discusión de la reforma eléctrica, muchos legisladores tendrán presente las palabras pronunciadas en Palacio Nacional:

“¿Estás a favor de las empresas extranjeras que reciben subsidio y que nos pueden llevar a una crisis de apagones o de aumento en las tarifas, como está sucediendo en España? Si se decide apoyar a la Comisión Federal de Electricidad, que es una empresa pública, vamos a tener la garantía de que no va a faltar la energía eléctrica, que no va a haber apagones, pero además de que no va a aumentar el precio de la luz”.

Los legisladores fueron emplazados a manifestar si están a favor del pueblo, del consumidor, del usuario o a favor de las empresas y de los grupos de intereses creados. Si se les ocurre pensar diferente será “traición a la patria”.

El asunto de la reforma eléctrica evoca una petición añeja, un estilo de gobernar, una exigencia radical. El 6 de junio de 2020, desde Minatitlán, Veracruz, el jefe del Ejecutivo pidió que “cada quien se ubique en el lugar que corresponde, no es tiempo de simulaciones o somos conservadores o somos liberales, no hay medias tintas (…) o se está por la transformación o en contra de la transformación del país; se está por la honestidad y por limpiar a México de corrupción o se apuesta a que se mantengan los privilegios de unos cuantos a costa del sometimiento y empobrecimiento de la mayoría de los mexicanos, es tiempo de definiciones”.

En la pregunta está la trampa, porque no hay persona que acepte públicamente que está de lado de los corruptos o de los delincuentes o, ¿usted sí?

Y aun con la respuesta obvia, los delitos y las irregularidades no se castigan. ¿Sabe usted a quiénes detuvieron o sancionaron por la presunta corrupción en las estancias infantiles, por las fallas en el suministro de medicamentos oncológicos y de todo tipo en los hospitales públicos, por los malos manejos en el Seguro Popular, por el robo de combustible?

Perdón y olvido para los malos de la historia, abrazos para los capos del narcotráfico y los delincuentes “son seres humanos que merecen nuestro respeto” (16 de febrero de 2020, Tepatitlán, Jalisco, mensaje ante integrantes de la Guardia Nacional); persecución y exhibición para los intelectuales y los científicos.

¿De qué lado está? Tome en cuenta que los que viven en la colonia Del Valle (en la CDMX) son de la clase media, aspiracionistas, con un pensamiento conservador que supera a los que habitan en Las Lomas.

Si está con las madres y padres que exigen medicinas o vacunas para sus hijos, con el personal médico que protesta porque no les pagaron y no hay insumos en los hospitales públicos, o con las mujeres feministas que dicen alto a la impunidad y la violencia, corre el riesgo de ser señalado como un conservador que se deja manipular por los adversarios.

¿Buenos y malos? No caigamos en esa trampa.

DM

“Cuando teníamos un país de partido único, estábamos convencidos que cuando hubiera elecciones libres sería mejor (…), pasamos a un mundo con elecciones competidas y vigiladas; pero esta realidad no fue mejor…

“Caen las esperanzas, caen las grandes promesas; pero hay que reconocer que éstas también llevaron a callejones sin salida. Las esperanzas desmesuradas no necesariamente son positivas, tenemos que aprender a vivir dentro de la crisis”, le dijo Juan Villoro a mi compañera Virginia Bautista, a propósito de su nueva novela La tierra de la gran promesa. El escritor reflexiona sobre México como la tierra de las promesas fallidas (Excélsior, 07/10/2021).

Escribe: Fabiola Guarneros Saavedra / Excélsior 

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