Opinión

¿Haney vs. JC?

Haney dejó su trono unificado de los livianos, en un movimiento parecido al de Chávez, que al final de los años 80 abandonó sus fajas de las 135 libras de la WBA y el WBC.

El estadounidense Devin Haney resultó la revelación de este calendario. La lección de boxeo que le dio a su compatriota Regis Prograis en su salto de 135 a 140 libras, vino a resultar una tarea increíblemente hecha a su medida.

Prograis había noqueado a José “Chon” Zepeda, que de ningún modo era “un contrincante cómodo”, para conseguir la faja del WBC que estaba vacante, así que mostraba una seguridad total en que le daría una “agria bienvenida” a Haney.

Los conocedores hicieron honor a su condición y escogieron a Haney como fuerte favorito. A la hora del pesaje oficial, el supuestamente dueño de la división, Prograis, se veía pequeño físicamente, y a la hora de la verdad se miró como un púgil de escasos recursos que se fue una vez a la lona y entró en desesperación en los minutos finales, ante un Haney cuyo dominio se acentuó más y más. Cuando se escuchó el gong final, el mundo sabía que nacía otro invicto soberano del mismo peso en que nuestro JC Chávez tuvo su mayor fulgor.

Ya que mencionamos lo anterior, se nos ocurre que hubiese sido extraordinario que con una máquina del tiempo pudiéramos oponer a esa maravilla actual que es Devin Haney con el César del boxeo, por los títulos de los superlivianos del WBC y la IBF que el nacido en Sonora y criado en Sinaloa tuvo en su poder al mismo tiempo, tras aquel épico choque de imbatidos monarcas contra Meldrick Taylor.

Cabe recordar que los periodistas de boxeo de Estados Unidos, los de la BWAA, habían condicionado a Julio César Chávez a que derrotara a Meldrick Taylor (era campeón de la IBF y había sido campeón olímpico en Los Ángeles 1984), para confirmarlo como el verdadero rey libra por libra del planeta del momento.

La historia es ampliamente conocida. Chávez admite que “sentía que perdía la vida” por el agotamiento, al entrar a ese legendario round 12, en que noqueó a Taylor cuando en el cronómetro sólo restaban dos segundos de acción. De fantástica forma conjuró la inminencia del que hubiese sido el primer revés de su gloriosa carrera.

Haney dejó su trono unificado de los livianos, en un movimiento parecido al de Chávez, que al final de los años 80 abandonó sus fajas de las 135 libras de la WBA y el WBC, que ganó contra Edwin Rosario y José Luis Ramírez, respectivamente.

Escribe: José Luis Camarillo

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