La sorpresa de Dos Bocas.
Hemos tirado ya más de 2 billones de pesos en ocurrencias, se ha destruido la administración pública y hemos perdido cuatro años de tiempo.
Finalmente, el 1 de julio algo se celebró en Dos Bocas. Hace meses, se anunciaba que sería la inauguración de la refinería; hace unas semanas, que sería el periodo de pruebas lo que arrancaría; la semana pasada, lo que se festejó fue la “primera etapa de construcción” de la refinería.
Como parte de la celebración, realizaron un video con tomas aéreas, que para muchos fue la primera oportunidad de ver una obra que pensábamos que estaba atrasada, pero no imaginábamos cuánto. Entre ingenieros, el consenso parece ser que la obra está entre 35 y 45 por ciento de avance. Hay varios racks, equipos, tanques, pero no hay conexiones entre ellos. La planta eléctrica, indispensable para el funcionamiento, fue aprobada por la CRE apenas la noche anterior al evento de inauguración. No se ven gasoductos, ni acceso a agua en cantidad suficiente, de forma que no hay manera de que lo que vimos en el video pueda iniciar la etapa de pruebas por al menos otros 18 meses.
Como ya habíamos sugerido en esta columna, el mejor proyecto de la actual administración fue el aeropuerto de Santa Lucía, que tiene una utilidad social cercana a cero, en el mejor de los casos. Sigue sin atraer vuelos, de forma que apenas puede aportar 1 por ciento de incremento en conectividad a la Ciudad de México, que a cambio está sufriendo problemas considerables en el AICM, no sé si debido a que la tarifa de uso de aeropuerto (TUA) se está utilizando para pagar los bonos del NAIM, que fue cancelado, o si es un problema de asignación de presupuesto, o la simple acumulación de incompetencias. El resultado, sin embargo, es que la capital del país está en condiciones claramente peores que las que tenía antes de este gobierno, en materia de conectividad aérea. Y eso, en el mundo del siglo 21, no es poca cosa.
Y si ese proyecto es el bueno, es cosa de imaginar lo que costarán los malos. Dos Bocas no parece que pueda producir antes del fin de sexenio, salvo en pruebas durante 2024. La primera gota, ya en operación, tal vez la veamos en 2026. Si se construyó bien, algo que no podemos asegurar, porque ninguno de los que construyeron había desarrollado un proyecto similar en su vida, en el próximo sexenio aportará tal vez 10 por ciento de la gasolina que se consume en México. No tendrá impacto en el precio, y no es claro que reduzca los costos de operación de Pemex, que no dependen únicamente del estado de los equipos, sino sobre todo de los recursos humanos, excesivos bajo cualquier comparación internacional.
La desgracia de estos proyectos es que se realizaron reemplazando a otros, que tenían un impacto notoriamente superior. Si en lugar de construir Santa Lucía se hubiese continuado con el aeropuerto de Texcoco, éste ya habría entrado en funcionamiento, la Ciudad de México podría convertirse en un hub, los usuarios no sufrirían lo que hoy, y el gobierno de la ciudad tendría una reserva territorial espectacular para impactar el desarrollo de la zona.
Por otra parte, si en lugar de apostar a Dos Bocas y a la ‘recuperación’ de CFE se hubiese seguido impulsando la reforma energética de 2013, hoy tendríamos más producción de crudo (que es en realidad el elemento determinante de la ‘autosuficiencia energética’), menores costos en Pemex, más abasto de electricidad, y a menor costo.
Hemos tirado ya más de 2 billones de pesos en ocurrencias, se ha destruido la administración pública y hemos perdido cuatro años. De verdad cuesta trabajo encontrar un gobierno tan dañino en la historia nacional.
Escribe: Macario Schettino / El Financiero