Opinión

En el país de las maravillas…

Hay recursos, transferencias, y alcanzan para vivir con dignidad.

Las familias pobres superan la pobreza. Los apoyos de Bienestar que reciben sus adultos mayores y sus madres solteras se compensan con las becas de los estudiantes, de los Jóvenes Construyendo el Futuro y con las transferencias directas que reciben sus madres trabajadoras cuando se cierran estancias infantiles y escuelas de tiempo completo.

Hay recursos, transferencias, y alcanzan para vivir con dignidad.

Las familias trabajadoras, las que viven en las grandes ciudades —las llamadas conservadoras—, sortean sin problema la inflación, el incremento en la gasolina, gas y electricidad porque tienen un salario digno y no aspiran ganar más que el Presidente.

Las niñas y las chicas salen sin temor por las calles, ya no tienen que marchar ni vandalizar Palacio Nacional, porque se sienten seguras, protegidas. Sus hermanas, amigas, primas, hijas y madres ya no son violentadas, violadas, asesinadas y dejaron de desaparecer. No importa ya que se hayan recortado los recursos para los refugios de mujeres violentadas.

Los habitantes de Aguililla, Michoacán; de Tierra Caliente, Guerrero; los pobladores de Sarabia y otras 18 comunidades de Jerez, Zacatecas; o los de Fuerte de Loreto en Iztapalapa, CDMX, ya no tienen que abandonar sus viviendas porque el crimen organizado no los acecha ni los amenaza o extorsiona, mucho menos corrompe, contrata o envenena con drogas a sus hijos.

Los abrazos funcionan. Con esa estrategia fraterna de seguridad nacional se desarma a las organizaciones del narcotráfico; ya no hay bloqueos carreteros, persecuciones, ajustes de cuentas, cobros de piso, secuestros ni trata de personas. Ya no se cuelgan mantas ni cuerpos colgados en los puentes.

El servicio de salud universal es una realidad. Las clínicas familiares, los centros de salud y los hospitales están bien equipados, el personal de salud está completo y bien pagado. No hay escasez de medicamentos y las quimioterapias no se escatiman ni se cobra por fuera. Ya nadie extraña el Seguro Popular.

Las investigaciones judiciales o de inteligencia no se utilizan políticamente ni para mandar mensajes a los “aliados” o adversarios.

La estrategia de la escoba barrió con la corrupción. ¡Ya no hay! Y la justicia se hizo cargo de quienes corrompieron los programas sociales y los proyectos de infraestructura o inversión.

Las grandes obras se inauguran en tiempo y forma, cuando están equipadas al 100, cuando se pensó en todo y no se dejó ni un servicio o cabo suelto. Quedaron atrás los tiempos de hacer las cosas a medias sólo por cumplir caprichos o promesas de campaña.

A los organismos autónomos no se les presiona ni cuestiona la confianza. A los Poderes de la Unión no los obligan a actuar en sintonía con sus intereses, mucho menos los amagan con cortarles presupuesto, acotarlos con reformas legales o desaparecerlos.

La sociedad civil y sus organizaciones son respetadas, se trabaja con ellas y se les reconoce su labor con los más vulnerables.

En el país de las maravillas no se apuesta a la confrontación ni al discurso de odio, no se divide entre fifís y “pueblo bueno”, no se polariza a la sociedad, no se descalifica ni se llama conservadores a los que opinan y piensan diferente. Se respeta la libertad de expresión.

Se es amigo de Rusia y Estados Unidos…

El país de las maravillas, ¿se parece a México?

Escribe: Fabiola Guarneros Saavedra / Excélsior 

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