¿Qué le debe AMLO a Salinas Pliego?
Cuesta trabajo entender las consideraciones que el Presidente López Obrador le guarda a Salinas Pliego, el segundo hombre más rico de México, y un tiburón entre los tiburones. Tratándose de un luchador que ha dedicado la vida política a la defensa de los pobres, resulta un misterio la deferencia que muestra para con este duro empresario, ave de tempestades con frecuencia a contrapelo de las posiciones defendidas por la 4T. El dueño del grupo Elektra y TV Azteca nunca ha exhibido una particular inclinación por los proyectos sociales y sí en cambio una abierta hostilidad a todo aquello que pueda limitar sus márgenes de ganancia. Su militancia explícita a favor de la libre empresa y de la preeminencia del mercado difícilmente empatan con la visión del mundo que ha sostenido el tabasqueño. Y sin embargo, es notorio el favor del soberano para con el empresario regiomontano.
Esta semana López Obrador designó a Esteban Moctezuma Embajador de México en Washington y el jueves mismo volvió a defender el proyecto de modificación de la autonomía del Banco de México para obligarlo a aceptar dólares que se quedan encajonados en el país. Ambas medidas involucran en más de un sentido a Salinas Pliego. Ya era un misterio las razones por las cuales el Presidente decidió entregar la Secretaría de Educación Pública a Moctezuma, ejecutivo durante 16 años del grupo del Ajusco. Ciertamente, el exsecretario de Gobernación de Ernesto Zedillo (con quien se encuentra distanciado el futuro Embajador) había dirigido con tino la fundación filantrópica de Salinas Pliego y seguramente se trata de un cuadro eficaz; pero de eso a considerarlo gestor de la educación en un Gobierno progresista y convertirlo en jefe jerárquico de más de un millón de maestros agrupados en sindicatos con frecuencia radicales, hay un enorme salto. Moctezuma no había formado parte de la campaña, no era simpatizante de Morena, carecía de experiencias vinculadas al magisterio o a la pedagogía. No es que hubiese sido una designación irracional, se trata simplemente de que habría candidatos con experiencia, miembros del primer círculo, aliados más cercanos y un largo etcétera. Su designación como Embajador en Washington camina en la misma dirección. Es un funcionario eficiente y seguramente defenderá cabalmente los intereses de su jefe (nos referimos a AMLO y no a Salinas Pliego, espero), pero ciertamente había otros nombres con más contactos y mayor experiencias para llevar la la relación con el Gobierno de Biden (entre otros a Lázaro Cárdenas Batel, jefe de asesores del Presidente, quien vivió varios años en la capital estadounidense).
Lo del Banco de México es también revelador. Parecía una medida encaminada a asegurar que los paisanos que llegan con dólares y los familiares que los reciben puedan obtener una cotización más favorable. Todo indicaba que se trata de una iniciativa con fines sociales. Pero la información mostró lo contrario. Las transferencias se reciben en pesos y los pocos dólares que llegan de mano en mano son incorporados fácilmente al sistema bancario, salvo que se trate de cantidades mayores, que no es el caso de las familias de escasos recursos. En realidad el beneficiario no era otro que Banco Azteca. El resto de los bancos transfieren los dólares excedentes al extranjero a través de sus matrices y asociados sin mayor problema, salvo el banco de Salinas Pliego, que desde hace años se ve imposibilitado porque su contraparte se encuentra en suspensión por cargos de lavado de dinero en Estados Unidos. La reforma que la 4T pretende obligaría al Banco de México a tomar los dólares de los que Salinas Pliego no puede deshacerse. Esta obligación dejaría al Banco de México expuesto a ser víctima de lavado de dinero, lo cual en automático lo convierte en sospechoso ante la comunidad financiera internacional. El riesgo de que le sean incautadas sus cuentas en el extranjero a nuestro banco central, donde se encuentran buena parte de las cuantiosas reservas de México, entre otros posible efectos, desencadenó la alerta de toda la comunidad, desde el propio Banco de México o la Asociación de Banqueros, hasta organismos internacionales y autoridades del Tesoro estadounidense. Fue tal la reacción que la Cámara de Diputados postergó la aprobación de la ley para permitir una mayor discusión de sus implicaciones. Todo indicaba que se estaba corrigiendo un proyecto con el que se había “chamaqueado” a López Obrador. Incluso en círculos de Morena se reconoció que se trataba de una medida para beneficiar a una empresa en particular. Pero al día siguiente, el jueves pasado, el Presidente dejó en claro que el asunto era para él de importancia capital: no hay que exagerar la autonomía del Banco de México, dijo, para nerviosismo de todos y añadió que nuestro país no debe subordinarse a la opinión de los circuitos financieros internacionales. Quizá, lo que no dijo es que nuestras reservas están en dólares, una moneda extranjera sujeta a legislaciones internacionales que poco tienen que ver con nuestra soberanía. Tecnicismos aparte, la pregunta de fondo es ¿hasta dónde querría arriesgar el Presidente la exposición de nuestra moneda en su interés de beneficiar a Salinas Pliego?
La pregunta es pertinente porque la deferencia de AMLO se ha convertido en un patrón. A falta de espacio, un rápido recuento. El gasto publicitario federal en TV Azteca es mayor que en Televisa, pese a que la audiencia de esta es superior. Banco Azteca recibió sin licitación la responsabilidad de distribuir la entrega de subsidios de varios programas sociales; un negocio equivalente a varios miles de millones de pesos y, sobre todo, la posibilidad de que sean gastados en la tienda, Elektra, en la que se encuentra el banco. Una y otra vez el Presidente ha defendido la imagen del empresario del Ajusco cuando en las mañaneras es encarado por las violaciones de este grupo a las normas de contingencia (“causó daño la declaración de Javier Alatorre, pero no tanto, hay que perdonar”), sus excesos jurídicos con respecto a la evasión fiscal (sí, debe al SAT “pero habría qué ver cuánto”), los vínculos de sus empresas con negocios corruptos como el de Fertinal (“no hay que creer al The Wall Street Journal”).
Difícil de entender los favores del Presidente porque parecería ser un amor no correspondido. No se trata, como podría ser el caso de la cadena Fox en su relación con Trump, de una empresa que se pone al servicio del Presidente. Por el contrario, conductores emblemáticos del Ajusco como Sergio Sarmiento, Jorge Fernández Menéndez o Rafael Perez Gay han sido críticos consistentes de AMLO antes y después de su ascenso al poder, y desde luego están en su derecho. Y el propio Salinas Pliego cuando defiende sus intereses no tiene ningún recato en oponerse a políticas públicas o a ridiculizar a Hugo López-Gatell protegido presidencial.
López Obrador ha descrito a Salinas Pliego como un empresario con conciencia social. Pero sí en verdad lo es, las razones no están a la vista, salvo el hecho de que Elektra vende mercancías en abonos a los pobres. Pero incluso el Presidente debe saber que tales créditos al consumo pueden alcanzar tasas muy superiores a las del sistema bancario.
No tengo dudas sobre el compromiso de López Obrador en favor de los más desprotegidos. Tampoco descarto que el Presidente tenga información de la que carecemos que convierten a Salinas Pliego en su amigo o en aliado de su proyecto. Sólo digo que, para todos aquellos que creemos en la pertinencia de los objetivos de la 4T (aun cuando no siempre coincidamos con la vía para lograrlo), resulta un misterio la fascinación y las concesiones que se hacen al empresario mimado del régimen. Algo sabe el Presidente del empresario que quizá lo legitima y nosotros desconocemos. Y desde luego, también cabe la pregunta, ¿algo sabe el empresario del Presidente que los demás no sabemos?
Por: Jorge Zepeda Patterson