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El Rey Gitano es indiscutible; noche de nocaut sobre Wilder.

CIUDAD DE MÉXICO. Cuando Tyson Fury cayó dos veces en el cuarto episodio, las apuestas timbraron a favor de Deontay Wilder. Era aún precoz la pelea para pensar que habría más emociones y que el Rey Gitano se levantaría con sus huesos para dar la vuelta a las condiciones adversas.

Tyson Fury retuvo su campeonato pesado del Consejo Mundial de Boxeo en una velada boxística para la historia y definió la trilogía contra Deontay Wilder con un nocaut en el onceavo episodio.

Fue una bestial lucha emplazada en un ring bajo las reglas del boxeo moderno en los pesos pesados. Dos rinocerontes que jamás se intimidaron y ofrecieron más que músculo, corazón.

Fury derribó en el tercer asalto a Wilder en un boxeo en corto y con breve espacio. Sin embargo, en el siguiente episodio, Wilder se repuso milagrosamente y tumbó en un par de ocasiones a Fury, recordando aquellas dos caídas de su primer enfrentamiento.

A partir de ahí explotó el ambiente en la T-Mobile Arena de Las Vegas y los asistentes presenciaron un acto estoico de Wilder, que a partir del quinto round no volvería a ganar y resistiría con alma y voluntad una pelea que se le fue haciendo larga y tormentosa.

Apostaba todo a un bazucaso de su mano derecha, abusando de este método que fue contenido por Fury con mejor estrategia y técnica hasta hacer un daño considerable a la boca de Wilder, que tuvo además, que soportar el peso de Fury en cada amarre de la pelea.

Era cuestión de tiempo para que Fury acabara con su enemigo que miraba lejano a su contrincante, como en tinieblas, pero con el corazón por delante.

Fuente: Excélsior 

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