Infierno en la ciudad.
Así como los impactos del calentamiento a nivel global no son uniformes, es decir, unos países tienen mayores afectaciones que otros, de igual forma, el calentamiento local pega con diferente magnitud a cada una de las zonas que conforman una ciudad.
En el caso de las metrópolis, como la Ciudad de México y Nueva York, a ese efecto, donde las temperaturas son más calientes, se le conoce como islas de calor urbanas. De acuerdo con los científicos, las olas de calor que ahí se presentan son cada vez con mayor frecuencia, son más intensas y lo realmente preocupante es que representan un gran riesgo para la salud de las personas.
A ello debe sumarse la mala calidad del aire debido a los escapes de los vehículos de combustión interna, las industrias, las construcciones y otras actividades generadoras de emisiones de carbono.
En contraste, en las zonas periféricas o suburbanas, donde aún hay zonas boscosas, el clima es más fresco.
Esas islas de calor urbanas son el resultado de la destrucción de áreas naturales. Se talaron árboles y entubaron ríos para dar paso al asfalto y concreto; se levantaron edificios de todos tamaños de departamentos, oficinas y multiusos; además de rascacielos, centros comerciales y naves industriales, entre otras construcciones.
Los materiales usados en las edificaciones, así como el asfalto de las calles, que en general es de color negro o gris oscuro, absorben la energía del Sol, la cual se transforma en calor.
Francisco Estrada Porrúa, profesor e investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, en entrevista explica que, en el caso de la Ciudad de México, durante los últimos 100 años la temperatura media anual ha aumentado cuatro grados centígrados y “de ésos, se dice, tres son por el fenómeno de las islas de calor urbanas o calentamiento local debido a la urbanización”, mientras que el otro grado centígrado es resultado del cambio climático a nivel global.
Sin embargo, indica, que aún faltan estudios por realizarse para poder cuantificar específicamente el calentamiento en las principales ciudades del país.
“Las islas de calor son importantes porque generan un aumento de alrededor de cuatro grados centígrados y las proyecciones de cambio climático a nivel global por los gases de efecto invernadero; para la CDMX se calcula un aumento de entre cuatro y cinco grados y si se hace la suma, hablamos de una cantidad de grados difícil para adaptarse, es decir, siete u ocho grados más en la temperatura promedio”.
Para darse una idea de lo que significa ese aumento en la temperatura, agrega, al día más caliente del año en la CDMX, que ocurre entre abril y mayo, hay que sumarle unos seis grados más.
Entonces, señala, el reto a enfrentar son, por un lado, la crisis climática a nivel global y, por el otro, el calentamiento local, pero no es todo, a eso hay que añadir las problemáticas de la calidad del aire, la pérdida de biodiversidad y la escasez del agua, pues “los impactos se suman, por lo cual hay que plantear una situación crítica”.
Para el investigador de la UNAM, este hecho debe reflejarse en las políticas públicas de la metrópoli y a nivel nacional, pues en un futuro no lejano las condiciones climáticas serán muy extremas.
Si bien la capital del país ha sido reconocida por sus programas de adaptación al cambio climático, desde la administración pasada y con la actual, también es cierto que aún falta mucho por hacer, más cuando, como se sabe, el gobierno federal va en sentido contrario a lo estipulado en el Acuerdo de París.
En las proyecciones, Estrada Porrúa explica que, bajo un escenario de inacción, los retos del cambio climático para México serían enormes; el aumento de temperatura se vislumbra de entre seis y ocho grados centígrados más, pero si se ciñe al acuerdo climático, el incremento de la temperatura en la ciudad podría ser de dos grados hacia finales de siglo, “incluso se podrían tener mejores condiciones respecto a las que tenemos ahora”.
Los impactos no serán uniformes y sufrirán en su salud las personas de menos recursos.
La buena noticia, resalta el investigador, si en la CDMX se cambian los techos por verdes (roof gardens) y blancos, además de usar pavimentos frescos (cool pavements), como permeables y de alta reflectancia solar, “si se hacen esos cambios, las islas de calor se reducirían a la mitad y el Acuerdo de París mejoraría la situación de la ciudad en cuestiones de clima y lo interesante es que no es caro hacer esos cambios de adaptación”.
De hecho, dice que tanto no saber como la inacción salen muy caros, pues “los impactos del cambio climático local y global podrían representar entre 1 y 3 veces el PIB actual, incluso hasta entre 4 y 5 veces”.
Estamos a nada de la época de calor y sin lluvias ni aire fresco la ciudad será un infierno. Las autoridades y los ciudadanos saben qué hacer, la pregunta es: ¿están dispuestos a cambiar?
Por: Lorena Rivera / Excélsior