Opinión

Tan lejos de París y tan cerca del caos.

Qué lejos quedó el entusiasmo despertado, hace cinco años, por el más ambicioso y grande acuerdo global para salvar al planeta y la humanidad del colapso climático.

Qué lejos quedó el lugar dentro del cuadro de honor de los líderes que México había ganado, al ser el primero de entre las naciones en desarrollo en tener una ley sobre cambio climático, incorporar un apartado de adaptación en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) y que éstas, en 2015, tenían como meta reducir 22% los gases de efecto invernadero (GEI) y 51% de carbono negro para 2030.

Ahora, ese lugar de honor se mira muy lejos, porque en diciembre pasado no hubo ambición de incrementar el recorte de GEI. El gobierno se conformó con ratificar ese raquítico 22 por ciento.

Los científicos del clima han puesto a la década que recién inicia como fundamental para lograr los objetivos del Acuerdo de París y, así, frenar el aumentando de temperatura, mientras que Naciones Unidas ha suplicado poner a la crisis climática en el centro de las decisiones de cada nación. Sin embargo, a pesar de que Trump ya se fue, aún hay oídos sordos a la alerta de crisis climática.

México transitaba hacia las energías renovables, debido al gran potencial que tiene gracias a su ubicación geográfica, pero ahora ha dado vuelta en “u” y regresa al camino de terracería de los combustibles fósiles.

A nivel internacional, está siendo señalado y ubicado en el eje de las naciones que se niegan a poner el clima y el ambiente en primer plano, como Brasil.

Un análisis de Climate Action Tracker (conformado por Climate Analytics y New Climate Institute) califica como insuficiente el objetivo de las NDC de México. No sólo eso, indica que el compromiso climático con miras a 2030 no es consistente con el objetivo de “mantener el calentamiento por debajo de dos grados centígrados ni mucho menos limitarlo a 1.5 grados centígrados”, como lo estipula el Acuerdo de París.

Así como el país tiene una ubicación privilegiada para construir varios parques solares fotovoltaicos, como el de Villanueva, Coahuila, considerado el más grande de América con una capacidad de producción anual de 1.7 GWh, ésa misma posición geográfica lo hace muy vulnerable.

La Sexta Comunicación Nacional de Cambio Climático (NC6), presentada en 2018, reitera que la posición geográfica, así como las condiciones socioeconómicas, hacen que México sea mayormente afectado por los impactos del cambio climático. La previsión entre 2015 y 2039 es un aumento de temperaturas de hasta dos grados centígrados en el norte y en el resto del territorio oscilarían entre 1 y 1.5 grados centígrados.

En el caso de las precipitaciones, la NC6 calcula una disminución de entre 10 y 20%, lo cual tendrá efectos adversos en la salud de las personas, así como en los ámbitos económico, social y ambiental.

Y como lo ha advertido la ciencia, la crisis climática no es algo que ocurrirá a futuro, ya sucede y los impactos son cada vez más negativos.

El viernes pasado, en la presentación del Estado del clima en México durante 2020 y perspectivas para 2021, se dio a conocer que el país se calienta más rápido que el resto del planeta, es decir, ha registrado un aumento de temperatura de 1.4 grados centígrados, en promedio, mientras que a nivel global el incremento ha sido de 0.98 grados centígrados.

En 2020, la temperatura media fue de 22.4 grados centígrados y el mes más cálido fue julio, con un promedio de 26.7 grados, y este año no será diferente.

De hecho, el fin de semana, en la capital del país, hubo temperaturas altas, entre los 28 y 30 grados centígrados, cuando aún transitamos por el invierno y las alcaldías con mayor calor fueron Iztapalapa y Cuauhtémoc (Excélsior, pág. 19, 28-02-2021).

Al calor se sumó la mala calidad del aire, lo cual afecta a las personas enfermas y convalecientes de covid-19.

De entre los golpes que recibió el país en 2020, en el Atlántico se formaron las tormentas tropicales Cristobal y Gamma, así como los huracanes HannaDelta y Zeta; y en el Océano Pacífico la tormenta tropical Amanda.

En contraste, la Ciudad de México vivió su cuarto año con menos lluvias y eso ya afecta. Hace un par de semanas se informó que el Sistema Cutzamala tiene niveles muy bajos de almacenamiento, por lo cual marzo y posiblemente abril serán meses de escasez de agua potable para el Edomex y la capital del país.

La contaminación del aire empeorará, no sólo por las emisiones de los sectores transporte, de la construcción e industrial, sino también por el eléctrico, apuntalado a base de combustóleo.

Así, las emisiones de gases de efecto invernadero del país se han puesto rumbo al ascenso, aunque esto tenga costos muy altos, sobre todo para los más pobres y vulnerables.

Por: Lorena Rivera / Excélsior

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