Pero el PRI de antes era peor…
Lo que vimos el fin de semana fue la puesta en práctica del decálogo de las prácticas que siempre despreció Morena.
Durante la votación interna de Morena para renovar sus órganos de dirección a nivel estatal y nacional pudimos comprobar una máxima de la política mexicana: Puedes salirte del PRI, pero el PRI no sale de ti.
Lo que vimos el fin de semana fue la puesta en práctica del decálogo de las prácticas que siempre despreció Morena, pero en las que terminó cayendo. Hago un breve recuento de todo lo que vimos: quema y embarazo de urnas; coacción del voto mediante programas sociales; compra de votos; acarreo de personas; una funcionaria que rompió la votación subiéndose a la mesa; niños electores; y hasta batazos entre seguidores del senador José Ramón Enríquez y de la excandidata a gobernadora Marina Vitela.
Es más, vimos una edición especial del “quién es quién”, pero en la fila de votación y que fue protagonizada por Elizabeth García Vilchis y su esposo el director general de instrumentos y asuntos internacionales de la Consejería Jurídica de la Presidencia, René Sánchez Galindo, quienes usando como pretexto que iban acompañados de su hijo se colaron en la fila. Y cuando les reclamaron los indignados fueron ellos. Ahora sí como dirían en Palacio, “no tienen autoridad moral”.
Sin embargo, Morena está acostumbrado a tener procesos internos que acaben hasta en balazos. En octubre de 2019 en Jalisco, cuando se iba a realizar una asamblea distrital para la renovación de la dirigencia estatal, cuatro militantes fueron heridos de bala. En esas mismas fechas militantes de Oaxaca denunciaron a través de redes sociales que un grupo de personas realizó disparos de arma de fuego en cercanías de la avenida Ferrocarril, donde se realizaba la asamblea distrital en la capital del estado.
Y pese a las imágenes que todos vimos, las críticas de Ricardo Monreal a la falta de democracia interna y –hasta me sorprende lo siguiente– los señalamientos sensatos de John Ackerman sobre las anomalías en los comicios, parece que el presidente Andrés Manuel López Obrador y el líder de Morena, Mario Delgado, viven en otro macaverso.
“Hay que mejorar cada vez más estos procesos para que no haya violaciones, acarreos, inducción de voto. Y hubo todavía ese tipo de prácticas, pero en muy pocas casillas; no se generalizó, no es como los opositores, los conservadores hubiesen querido”, dijo en su mañanera del lunes López Obrador minimizando en lo absoluto que su partido incurrió en todas las prácticas que siempre había criticado.
O sea, lo que el presidente quiso decir es que si hicieron las cosas mal, pero pudo ser peor.
Y la reflexión de Mario Delgado fue en la misma línea. “Tuvimos provocadores; tuvimos gente que llegó directamente a tratar de interrumpir la votación, de quemar una urna, de robarse las urnas. Pero eso no tiene nada que ver con nuestro movimiento. Son personajes ajenos”, dijo durante su conferencia de prensa del martes. La declaración de Mario Delgado revela la falta de autocrítica dentro del partido.
Las votaciones internas de Morena exhibieron todo lo que no debe pasar en un partido con una vida democrática medianamente estable. Pero también dieron cuenta de que en Morena podrá haber anomalías, compra de votos, irregularidades y batazos, pero no autocrítica porque eso sí es traición. Como dice el viejo refrán: “Cuando guían los ciegos, ¡ay de quienes van detrás de ellos”.
Escribe: Maca Carriedo / @maca_online / elindependiente.com.mx